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domingo, 2 de noviembre de 2008

REVOLUCIÓN DE LOS ´80 FUE UNA TRAGEDIA PARA NICARAGUA

Los sandinistas y sus cantos de sirena

Aunque es evidente que los sandinistas son una minoría en Nicaragua, por la división de la oposición gobiernan este país centroamericano con más de 5 millones de habitantes. Por primera vez, llegaron al poder en 1979, aprovechando el descontento que amplios sectores del país sentían hacia la dinastía de la familia Somoza. Los comandantes sandinistas prometieron un sistema democrático, pero después crearon una dictadura peor que la tiranía derrocada.

Róger Suárez M, Periodista nicaragüense. ABC.com.py

MANAGUA.- Quizás la imagen más difundida de un nicaragüense en el mundo sea la del presidente Daniel Ortega, quien desde 1979 ha jugado un papel preponderante en la historia política de este país centroamericano de 130.000 kilómetros cuadrados.

Ortega y ocho comandantes guerrilleros ascendieron al poder en Nicaragua, por primera vez, en julio de 1979, aprovechando los desatinos políticos del presidente Anastasio Somoza Debayle, el descontento de sectores empresariales y el cansancio que sentía la población hacia esa dictadura.

El apoyo de distintas naciones que se volvieron contra Somoza, fue otro elemento indispensable para comprender el triunfo de los nicaragüenses contra la tiranía. Los jóvenes guerrilleros despertaron la atención y simpatía mundial, poniendo a este subdesarrollado país en las páginas de los principales medios de comunicación.

Desde antes de alcanzar el poder, los guerrilleros aprendieron a manejar con gran maestría la propaganda política en su lucha contra Somoza.

El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) fue fundado en 1961 por Tomás Borge y Carlos Fonseca, quienes desde muy jóvenes buscaban cambiar la situación política de su país por medios no pacíficos promoviendo acciones armadas para derrocar al gobierno. Borge y Fonseca se sentían fascinados por la victoria guerrillera de Fidel Castro en Cuba.

Durante los años 60 y los primeros años de los 70 los sandinistas no significaban un peligro real para la Guardia Nacional de Somoza, que contó durante años con el apoyo de Estados Unidos hasta que el nuevo inquilino de la Casa Blanca, Jimmy Carter, le suspendió la asistencia militar. Costa Rica; el general Omar Torrijos de Panamá, Carlos Andrés Pérez, de Venezuela y Fidel Castro de Cuba, también unieron esfuerzos para apoyar a los adversarios de Somoza. Pese a algunos éxitos económicos que exhibía la Nicaragua de la familia Somoza, existía un cansancio político nacional e internacional hacia esa familia que controlaba el país desde hacía cuarenta años.

Durante el primer quinquenio de la década de los 70 y pese a las pocas acciones guerrilleras, Somoza parecía convencido que permanecería en el poder hasta 1981 y que los sandinistas no eran la amenaza principal a su gobierno.

Daniel Ortega y su hermano Humberto Ortega (este último ex ministro de Defensa y comandante de la Revolución Popular Sandinista) ingresaron al Frente Sandinista a mediado de la década los 60.

Durante años los sandinistas vivieron sumergidos en diferencias internas que los mantenían dividido, primero, en dos corrientes políticas y luego en tres.

Más que ideológicas, las diferencias entre las tres facciones eran de carácter estratégico en el combate al régimen. En privado, dirigentes de las tres tendencias no escondía su simpatía por la teoría marxista leninista y su admiración por países socialistas.

El asalto al Palacio Nacional en agosto de 1978 para tomar como rehenes a los diputados del Congreso los proyectó internacionalmente más que cualquier otra operación anterior.

En marzo de 1979 Radio Habana Cuba transmitió al mundo la noticia de que las tres facciones políticas en que se encontraban divididos los sandinistas habían quedado atrás con la conformación de un directorio de nueve miembros.

Humberto Ortega, hermano de Daniel Ortega, el actual presidente de Nicaragua, planteó la necesidad de atraer el apoyo de sectores empresariales y de la burguesía a fin de provocar una situación favorable que produjera la insurrección contra la dictadura.

El éxito de los guerrilleros fue el capitalizar el descontento popular que provocó la dictadura somocista, particularmente, después del terremoto de 1972.

La oposición democrática acusaba al gobierno de malversar la cuantiosa ayuda internacional que el país recibió después del terremoto de 1972. A esto hay que agregar el descontento por el cierre de ciertos espacios democráticos y de participación a otros partidos políticos que no fuesen los tradicionales liberales y conservadores.

ASESINATO, EL DETONANTE

El asesinato del director del diario La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, ocurrido en Managua el 10 de enero de 1978, provocó una ola de indignación y de condena al régimen a nivel nacional e internacional.

Miles de nicaragüenses se lanzaron a las calles para acompañar a Violeta de Chamorro, esposa del difunto. La muchedumbre responsabilizó a Somoza por el asesinato de Pedro, considerado uno de los opositores más férreos al gobierno. El asesinato provoco la sensación de que Somoza había ido demasiado lejos y que ahora nadie estaría a salvo de su represión.

Después del asesinato , dirigentes de partidos políticos y grupos empresariales estimulados por la política de defensa a los Derechos Humanos del presidente de EE.UU., Jimmy Carter, hicieron causa común con los sandinistas en la lucha contra el gobierno. Aunque algunos grupos de la empresa privada recelaban de la lucha armada sandinista y el acercamiento que tenían con Fidel Castro, otro sector de la burguesía nicaragüense apostaba a que podía moderar a los sandinistas después que se fuera Somoza y se creará un gobierno de unidad nacional.

Los posteriores acontecimientos demostraron que en vez de la moderación política, los sandinistas radicalizaron su revolución, expropiaron indiscriminadamente a empresarios privados, alinearon a Nicaragua dentro de los intereses geopolíticos de la Unión Soviética y crearon un sistema de gobierno totalitario y más represivo que el que tumbaron.

INSURRECCIÓN DE LA POBLACIÓN

El ex diplomático y ahora diputado nicaragüense ante el Parlamento Centroamericano, Mauricio Díaz, interpretando -para ABC Color- los acontecimientos históricos ocurridos durante esos turbulentos años, dijo que no fue el reducido grupo de guerrilleros quien acabó con cuarenta años de dictadura en Nicaragua.

El mérito del FSLN fue aprovechar el descontento político generalizado que la sociedad nicaragüense sentía hacia Somoza.

Díaz, quien años después formó parte de una Comisión de Reconciliación en Nicaragua, afirma que los sandinistas “lograron capitalizar el descontento popular que provocó la dictadura somocista particularmente después del terremoto de 1972: la corrupción en el manejo de la ayuda internacional, los desmanes de la Guardia Nacional y el hecho de que Somoza Debayle inició una competencia desleal contra la burguesía nacional.

Desde que Carter llegó al Poder, el gobierno de Nicaragua empezó a percibir que había perdido uno de los apoyos claves que le permitió mantener el largo reinado familiar.

Somoza en pocos meses se vio acorralado por la insurrección popular y el gran frente internacional que lo repulsaba. Luego de varias semanas de negociación con Estados Unidos y otros países que criticaban su régimen, abandonó el poder el 17 de julio de 1979.

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