CANARIASVENEZUELA

miércoles, 29 de octubre de 2008

CLUB DE LOS "PINCHAOS"

¡Qué frustración! Definitivamente, quiero que me pinchen mi teléfono. Eso significaría que no hay la más mínima sospecha de ser simpatizante lejano de este gobierno de corruptelas y alcahueterías
Roldán Esteva-Grillet
TALCUAL
¡Qué frustración! Definitivamente, quiero que me pinchen mi teléfono. Eso significaría que no hay la más mínima sospecha de ser simpatizante lejano de este gobierno de corruptelas y alcahueterías. Una carta de buena conducta, pues. Me avergonzaría, en todo caso, si yo usara esas palabrotas tan puestas de moda por nuestro Presidente, el mejor que ha tenido Venezuela en los últimos cien años, según Lula; bueno, según Uribe también, aunque por pudor no lo declara: basta ver los balances comerciales de ambos países con el nuestro.

Y como hasta ahora no he gozado de otros carnets sino los de la UCV y el AICA, cuando con uno de la Disip habría aligerado ciertos trámites burocráticos, pues bienvenido sea el pinchazo. Eso sí, avísenme para hablar "claro y raspao", como reza el lema de este pasquín.

Ser grabado en Venezuela, en las actuales circunstancias, aunque moleste a unos y hasta acudan ingenua mente a la Fiscalía porque no hay que dejarse, se ha convertido en credencial de mérito democrático; más si las pistoladas que uno dice, por desahogarse con las amistades, reciben inmediata publicidad gratuita. Para mí, se trata de una venganza por las grabaciones del FBI a los boliburgueses de Miami. Sin querer, media Venezuela pasará a ser catalogada de conspiradora, golpista, pitiyanky, magnicida y no sé cuántas cosas más.

Con tal de que no se les ocurra enviarnos a cortar caña a unas "rehabilitadas" Colonias Móviles de El Dorado -de infeliz memoria- por aquello de la soberanía alimentaria.

Basta recordar que los barbudos cubanos, entre 1965 y 1968, enfrentados a tanta gente joven y no tan joven reacia a aceptar las verdades de Fidel, mandaron entre 20 y 25 mil desafectos, desertores, universitarios, seminaristas, testigos de Jehová, santeros, homosexuales, hasta simples admiradores de los Beatles y los Rolling Stones, a las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP); el fin era "reeducar" a través del trabajo forzado. El primer Gulag tropical, caballero. El cantautor Pablo Milanés rindió allí su tributo –y vaya si se redimió-; en cambio, el actual Cardenal de La Habana, entonces seminarista, se mantuvo en sus cinco.

Ante esa eventualidad, prefiero mil veces saber que mi teléfono ha sido "pinchao" y así entrar en ese Club tan exclusivo, reservado hasta ahora sólo para dirigentes políticos, periodistas de TV, (quinta)columnistas y, en especial, directores de medios; o que me fotocopien el pasaporte cada vez que regreso de un Congreso. ¡Qué nota, vale! Podría, con la asesoría de un productor, ampliar mi rating a costa de mis escuálidas (digo, por el número) amistades y así dejar de escribir por fastidio. Además, si uno escribe y le publican, y encima disgusta al alto gobierno, se lo cobran a otro, y eso da pena. En cambio, si a uno lo graban, la falta y el orgullo se los goza solito. ¡Na’ guará!

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