CANARIASVENEZUELA

miércoles, 21 de enero de 2009

EL ESTADO DECIDE LOS LIBROS QUE SE IMPORTAN

El Milco determinan el número de ejemplares que se traen al país
La Cámara Venezolana del Libro (CVL) y los sellos editoriales internacionales se quejan. Se quejan de que aunque el Ministerio de Industrias Ligeras y Comercio (Milco) hizo más expedita la emisión del Certificado de No Producción y las divisas se están tramitando sin mayores contratiempos, al final es el Estado el que decide la cantidad de ejemplares que se deben traer de una obra literaria.
Los funcionarios del Milco, aseguran los representantes de las editoriales, son quienes deciden unilateralmente la cantidad de ejemplares que se van a importar a Venezuela. “Por ejemplo, El secreto, de Rhonda Byrne, tiene compradores en el país por el orden de las decenas de miles de ejemplares, pero el Milco decide que no pasan de unos cientos”, asegura José Luis García, editor del sello Urano Pomaire.
Ante tal panorama, los editores han tratado de buscar salidas alternativas y plantean imprimir los libros en el país. Pero la industria gráfica venezolana también requiere de las divisas de Cadivi para la adquisición de papel, tinta, maquinarias o repuestos; y por otra parte, Cadivi no tiene un rubro o providencia que cubra el pago en divisas de los derechos de autor en el exterior.
En el caso de la impresión de pocos ejemplares (menos de mil libros), los costos en Venezuela se hacen mucho más onerosos, por aquello de que a mayor cantidad menor costo por unidad, y viceversa, lo que redunda en el bolsillo del lector.
Poner la mesa para 2009 La presidenta de la Cámara Venezolana del Libro, Yolanda de Fernández, no ve luz al final del túnel. “No hay una luz clara. Seguimos viviendo en la oscuridad”, dice para referirse a lo que espera el sector libro para 2009.
“Estamos esperando que devuelvan el libro al listado de los rubros prioritarios del país”, agrega Fernández, quien asegura que la carencia de títulos a finales de 2008 afectó sobre todo a los libros técnicos (textos universitarios y especializados) y a las novelas.
Pero los próximos meses no se vislumbran más alentadores. Es lo que dice Mariana Marzuk, gerente del sello editorial Santillana. “El 2008 fue resuelto con creatividad. Con la resolución del Milco, nos replanteamos la dinámica de las importaciones: pasamos a imprimir títulos localmente y nos pudimos bandear con la carta de no producción. También desarrollamos productos locales, como la colección Llámalo amor, si quieres y editamos algunos autores del país. Pero ahora es mucho más complicado porque tenemos limitaciones en la cantidad de ejemplares que estamos importando”.
No es el único problema que tienen los sellos editoriales en Venezuela, dice Mariana Marzuk. “El año pasado quisimos imprimir aquí, pero no tenemos cómo pagar los derechos de autor. Lo hicimos con la colección vampírica de Stephenie Meyer, de la cual hemos imprimido en Venezuela Amanecer -el cuarto título de la colección-, pero le tenemos retenido a la autora el pago de sus derechos de autor hasta que no se logre la providencia con Cadivi”, puntualizó.
Esta situación es similar para Planeta, que en la voz de su directora editorial, María Elena Rodríguez, el gran problema es “las cantidades de ejemplares. Milco los aprueba todos, nadie dice si se puede o no traer tal título, sino que interfieren en la cantidad. No entendemos el criterio, y creo que una buena sugerencia es que se asesoren con la Cámara Venezolana del Libro, teniendo en cuenta los puntos de venta de cada editorial, pues para volver a solicitar la carta de no producción hay que esperar seis meses, y eso afecta a los lectores”.
Víctor García, director comercial de Random House Mondadori, también enfatiza en ese aspecto, aunque ellos han apostado mucho por los autores y la industria nacional, pero “no creemos que eso sea lo único que hay que hacer. Yo creo que se pueden hacer las dos cosas: seguir importando, porque hay títulos que no se producen acá, e imprimir otros aquí”.
En el primer caso, dice que hay títulos que pueden interesarle a un máximo de 300 lectores, por lo que hacer una tirada venezolana de esa cantidad saldría sumamente costosa.
No hay miedo a que haya recorte en la cantidad de divisas, porque -argumenta Víctor García- en definitiva el sector del libro no invierte más de 50 de millones de dólares al año, “y eso es fácilmente comprobable con auditorías a las editoriales”.
José Luis García de Urano-Pomaire agrega que el problema de hacer libros en el país “es que tampoco se pueden exportar, porque los derechos de autor sólo los venden para Venezuela. Si revisas las librerías verás que sólo hay libros de 2007 y muy pocos de 2008″.
Este sello, líder en autoayuda, espera el pedido de diciembre para febrero, con la condición de que ahora no dejarán títulos en consignación en los anaqueles, sino que deberán ser comprados por los libreros.

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