CANARIASVENEZUELA

martes, 17 de marzo de 2009

El enemigo



“En una guerra moral, si actúas como el enemigo, eres el enemigo”…
Nuevamente, y ante mi sorprendida expectación, el cine venezolano ha vuelto a poner en pantalla una realidad social cruda, pero tan real como la vida misma, y que ha hecho que un experimentado director se atreva a llevar a la pantalla, con presupuestos mínimos, uno de los recursos más socorridos del cine de este país y de su entorno: la delincuencia, la marginación, y todo el submundo que pulula en esos ambientes marginales que aún perviven en muchos lugares de Latinoamérica.
Si Venezuela no logra poner fin a esa desastrosa realidad de poco servirán los avances logrados y proyectados ante el nuevo modelo de socialismo que la República Bolivariana de Venezuela está construyendo, y que si bien sus logros en multitud de ocasiones espectaculares y realmente significativos, que los medios de difusión (por supuesto no los medios contrarios y aliados a la reacción contra-revolucionaria) hacen constante balance de los mismos.
"Es el fin del capitalismo como tal y se necesitan articular respuestas"
Son estas cosas las que también preocupan a los a los hombres y mujeres que apostamos por la nueva Venezuela como camino alternativo ante el desenlace moribundo al que está llegando el actual estado de las cosas, en el mundo de la economía regida por el mercado y que no es otra que su muerte, dando los últimos coletazos… Revolviéndose ante los síntomas que trata de disimular como una nueva crisis cíclica a la que se venía viendo sometido, de vez en cuando, pero que ahora toca a su fin por más que traten de disimularlo: es el fin del capitalismo como tal y se necesitan articular respuestas…
En las interminables colinas que rodean el valle donde se ubica Caracas, en los residenciales de ranchos donde viven millones de venezolanos transcurre esta historia del cine donde un fiscal judicial (que logró estudiar derecho), procedente de una de estas inmensas barriadas, y que un día un malandro (delincuente de apenas dieciséis años), a las órdenes de uno de los repugnantes capos del entorno del narco y del hampa patotera, lo hacen meterse en un drama que cambiará su vida y por el que su hija, una muchacha con ilusiones y metas… recibe un balazo a las puertas de la facultad de Derecho de la UCV (creo adivinar al ver la pared que yo llamaba la de los mítines).
Trunca todos sus proyectos de joven y que en el mismo Hospital Clínico Universitario de Caracas (El Clínico) se debaten esa noche la muerte de su hija y la del malandro sin escrúpulos, donde su madre relata de manera magistral el sufrimiento a través de un diálogo donde el padre de la muchacha y fiscal judicial se ve reflejado en el dolor que sufre con el de la madre del delincuente.
Termina en un desenlace espectacular tan real como la vida misma y que no es mi intención destapar ni explicar, porque hay que verla, y como todo cine de autor (yo quiero llamarlo así, a pesar del currículum del director) necesitas recurrir a la historia y a la información para poder entender el contenido del mensaje, de una película que despierta en ti la más profunda de y en palabras… que nos recuerda que la hemos perdido los seres humanos, y que no es otra que la compasión… tremenda palabra… esa conmiseración que sentimos hacia el sufrimiento ajeno.
Ha sido posible verla durante las proyecciones del décimo festival de cine de Las Palmas de Gran Canaria, que sin pretender más que mencionarlo, nos brindó nuevamente la oportunidad de contemplar en las pequeñas salas del Monopol tanto talento cinematográfico y tal capacidad de despertar los sentimientos.
Por cierto, estas salas me traen a la memoria aquella pequeña situada en la calle León y Castillo, perteneciente a la Mutua Guanarteme, cuando en épocas de transición pudimos ver por primera vez y la mayoría de las veces con la sala a reventar o de pie, obras inolvidables como El Acorazado Potemkin o La Batalla de Chile… entre otras muchas proyecciones.
Pero lo que a mi me hace reflexionar es lo que más arriba ya les adelanté y es que Caracas, entre otras ciudades Venezolanas, sigue siendo una de las Ciudades más violentas. Por tanto, hay que seguir profundizando en la justicia social, la cultura y el acoso constante e implacable a la delincuencia patotera y de guante blanco, para conseguir convertir el proceso de cambio en real y auténtico, a pesar de lo difícil que lo pueden poner los sectores acostumbrados al privilegio de casta.
El reciente caso de no cumplimiento de las directrices del gobierno, en cuanto a la producción arrocera necesaria para el abastecimiento de los mercados, y que tuvo que ser intervenido el sector, es un ejemplo de los miles de sabotajes al que se ve sometido el gobierno bolivariano constantemente por parte de los especuladores.
Así pues, y no olvidando la máxima de que “si no existieran privilegios no existiría la delincuencia" que por supuesto hay que interpretar en lo económicamente ramplón y por supuesto, el sistema actual que toca a su fin sabe “que si no existiera la delincuencia se tendría que inventar”.
Y sino como se iba a mantener este estado basado en la represión de quién plantee cambios reales, de quién vive a costa de compañías de seguridad y guardas, de rejas y alarmas que hacen que el delincuente viva en las calles a sus anchas y el común de los ciudadanos viva entre rejas, alarmas y perros guardianes… suscribiendo pólizas de seguros para poder dormir, preparando planes de jubilación sin garantías para cuando las fuerzas, y por tanto la capacidad de trabajar se vea mermada poder recibir un dinero que permita costearse algún especialista o no tener que depender de los hijos que ya tienen bastante con la carga hipotecaria, del coche, de la ropa,….
Que tienen ellos mismos que costearse y dejar a su prole, cuando deciden tenerla y no más de uno, en manos de personas que a pesar de su titulación pueden no estar capacitados para ejercer tal labor y traten de inculcar cuanto menos maneras de interpretar la vida tal y como ellos la entienden, sin percatarse o no les importa que existen más formas y maneras y que pueden causarle tal trauma del que no se recuperará en la vida es posible entonces que nos demos cuenta que el cambio pasa por recuperar la dignidad humana, la ética y la filosofía … será por eso que algunos cavernícolas con reloj japonés y camisa china en nuestra privilegiada sociedad de occidente no se enteran que sin formar ciudadanos no podremos ser libres… válgame Dios… y siguen erre que erre… bueno, será que a ellos tampoco les interesa que seamos libres… por tanto: No actuemos como ellos para no volvernos ellos… a modo de moraleja.
Y es que la reflexión que hace la muchacha en la clase de Derecho sobre la defensa de la vida no tiene desperdicio, y que mantiene hasta el mismo final de la película con su padre es ejemplar, la vida es inviolable, nadie tiene derecho, nadie a quitarla… nadie… y la historia es nuestra mejor escuela…

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